En las colinas de Lima, la vida es más difícil que en cualquier otro lugar de la capital debido a las condiciones climáticas. A esto se suma la falta de productos de primera necesidad, la carencia de agua potable y desagüe, la falta de electricidad y la precariedad de la mayoría de las viviendas.  

 

Los habitantes, que tienen trabajos precarios o son desempleados, compran agua a los camiones cisterna,  y pagan mas para ese servicio que por un servicio de agua domiciliaria. En Lima un millón de personas no tiene conexión domiciliaria al agua.

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Las casas tampoco son conectadas a la red de electricidad de la municipalidad. Los habitantes pagan caros servicios de generadores para tener luz. 

 

Las casas, que reciben una familia entera de 4 a 5 personas, no tienen suelo, algunas tienen techos de lona y paredes parcheadas con cartón. Pocas tienen muebles, camas, sillas o mesas.